jueves, 3 de junio de 2010

Buenos días

Salió el Sol y llamó a mi puerta. Me preguntó qué coño hacía tirada en el sofá. Me ordenó la casa y la vida. Me abrazó fuerte, muy fuerte y me hizo prometer que no dejaría que mi corazón se congelase nunca.
Me regaló unas alas de mariquita, con las que poder volver a subir a las nubes y, aunque me costó aprender a usarlas y aunque pensé que unas alas de mariquita nunca iban a poder llevarme hasta las nubes, lo logré.
Y ahora, que vuelvo a ver lejos el suelo, veo todo con otra perspectiva.
He perdido y, a la vez, he ganado porque todo ocurre por alguna razón, porque no podemos dejar de aprender y de comprender. Y yo he comprendido que no puedo dejar de sentir lo que siento, ni quiero. Que no voy a volver a construirme una coraza, aunque sí un pequeño refugio por encima de las nubes, porque por aquí corre una brisilla que me encanta.


Estoy de vuelta.

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