lunes, 17 de agosto de 2009

La ruptura del silencio


Cuando se rompe el silencio llega la tormenta. Una tormenta de rayos de recuerdos, de lluvia de caricias, de truenos de todas aquellas historias que inventé para nosotros. Un nosotros ficticio que solo existía en mí, que yo creé para no sentirme sola. Porque temo a la soledad tanto que duele.
Y los truenos de esas historias, algunas de ellas reales, resuenan en mi corazón y traen la lluvia a mis ojos. Así, gota a gota, me va acariciando la piel todo lo que siento. Y, poco a poco, me voy curando.
Pero entonces, recuerdo todos esos besos que no pudieron ser solo eso: besos. Y que quizá solo fueron así de simples y yo quise complicarlos.
Quizá los compliqué porque la facilidad lleva a la monotonía y en eso me convertí yo para ti. En algo fácil, monótono, sin gracia. Entonces entendí el final de la historia, porque, como mis palabras, empezaba a ser larga, pesada y dolorosa. Empezaba a convertirse en algo ya vivido.
Y se rompió el silencio, y entraron todas las miradas. Y el halo de fortaleza que me arropaba se convirtió en la fragilidad que me caracteriza. Y ahora hay nubes que amenazan lluvia en el horizonte de mi vida.