martes, 27 de abril de 2010

La vida se le escapa

La vida se le escapa de las manos. Casi con cada respiración, como si estuviera consumiendo la pequeña porción de oxígeno que le corresponde de forma apresurada.
Cada día un poco más.
Todas sus vivencias, todos sus recuerdos, todas sus fuerzas.
Todo lo que ha sido, todo lo que es y lo que ya no volverá a ser nunca.
Y sus familiares se congregan alrededor de una cama en la que hay alguien que casi es nada ya.
Porque la vida, poco a poco y aunque joven, deja de ser suya.
Y se preguntan si hay un dios misericordioso que pueda curar la espera, ya que no cura la enfermedad.
Pero no hay respuesta.
Ni dioses, ni amos.
Ni plegarias.
Ni esperanza.
Solo la nada y la vida que, poco a poco, va abandonándole.

(Vivir esperando malas noticias es la peor sensación del mundo, porque vives con las lágrimas siempre al pie del cañón)

domingo, 18 de abril de 2010

Si se rompiera el silencio

Mi cama todavía huele a ti. Mi almohada te echa de menos.

Mi habitación está vacía. Tan vacía como había estado mi corazón durante mucho tiempo hasta que se te ocurrió la maravillosa idea de llamar a su puerta.

Y me fui agrietando y fui quitándomelo todo. Hasta que estuve totalmente desnuda frente a ti. Como ahora.

Me buscaste y me encontraste, casi sin querer. Casi sin verme.

En la oscuridad de los portales fríos donde nos dimos calor.

Y así, poco a poco, se me fueron escapando de las manos los sentimientos y las caricias y los besos y los abrazos; todos esos que ahora reprimo.

Volaron libres, no pude sujetarlos durante más tiempo.

Últimamente cuando me acaricias se me eriza la piel y me da un vuelco el corazón y se me vacia el estómago y me haces temblar.

Pero guardo silencio. Incapaz de gritártelo a la cara. Incapaz de susurrártelo al oído. Incapaz de abrir la boca. Porque me faltan las palabras, todas las que me sobran aquí. Porque le tengo miedo al miedo. Porque prefiero refugiarme en el silencio, hasta que algo o alguien rompa su sutil fragilidad y entren todas las miradas y me obligue a dejar de luchar contra lo que siento.

Milésimas de segundo de felicidad

Me gusta mirarme en la inmensidad de tus ojos porque me siento segura.
En esos ojos tristes de los que solo a veces logro arrancar una sonrisa.
En esos ojos que, poco a poco, van dejando su huella en mi corazón.

Hoy tú has hecho que brille mi mirada y mis ojos han sonreído por ti.
Porque hoy me has regalado una milésima de segundo de felicidad, de esas que yo me guardo en el bolsillo, para sonreír cuando ando sola por las calles de Madrid.