domingo, 18 de abril de 2010

Si se rompiera el silencio

Mi cama todavía huele a ti. Mi almohada te echa de menos.

Mi habitación está vacía. Tan vacía como había estado mi corazón durante mucho tiempo hasta que se te ocurrió la maravillosa idea de llamar a su puerta.

Y me fui agrietando y fui quitándomelo todo. Hasta que estuve totalmente desnuda frente a ti. Como ahora.

Me buscaste y me encontraste, casi sin querer. Casi sin verme.

En la oscuridad de los portales fríos donde nos dimos calor.

Y así, poco a poco, se me fueron escapando de las manos los sentimientos y las caricias y los besos y los abrazos; todos esos que ahora reprimo.

Volaron libres, no pude sujetarlos durante más tiempo.

Últimamente cuando me acaricias se me eriza la piel y me da un vuelco el corazón y se me vacia el estómago y me haces temblar.

Pero guardo silencio. Incapaz de gritártelo a la cara. Incapaz de susurrártelo al oído. Incapaz de abrir la boca. Porque me faltan las palabras, todas las que me sobran aquí. Porque le tengo miedo al miedo. Porque prefiero refugiarme en el silencio, hasta que algo o alguien rompa su sutil fragilidad y entren todas las miradas y me obligue a dejar de luchar contra lo que siento.

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