Hacía mucho tiempo que Helena no se dormía con ese dolor de cabeza que te entra cuando te has pasado horas llorando.
Llegó a casa y hacía frío, después del fin de semana con la calefacción apagada y en pleno enero es normal que haga frío en casa. Pero era un frío diferente, un frío de soledad y no lo sentía fuera sino dentro de ella.
Intentó pensar en él para encontrar un poquito de calor y entonces fue cuando empezó a llorar. Y fue una noche de convencimientos y de dudas. Sintió que volvía a la adolescencia y se veía a sí misma con 7 años menos, llorando por otro corazón, pero por las mismas razones y sentía ese mismo vacío en el pecho mezclado con dolor.
Tiene que decirle que le quiere de verdad aunque sabe que él a ella no la quiere, que su corazón de alguna manera está ocupado, o protegido. Y ella nunca tendrá un sitio en él, por mucho que luche.
Pobre Helena que para reconocer que está enamorada ha tenido que probar otra boca y sentirse desgraciada y sucia y odiarse un poco por engañarse a sí misma y por ser incapaz de decir lo que siente.
Pobre Helena que tardará poco en dejarle de querer, o mucho, pero él nunca lo sabrá.
lunes, 25 de enero de 2010
jueves, 7 de enero de 2010
Lloro,
hasta que se me moja el alma
y se me arruga la piel.
Lloro,
hasta que ya no tengo lágrimas
y cuando acabo solo me queda tristeza.
Y un dolor punzante en el lado izquierdo del pecho, cerquita del corazón.
Lloro y me agoto,
por lo tonta que fui,
porque cuando tuve oportunidad de salvarlo,
ya me había cansado de luchar.
hasta que se me moja el alma
y se me arruga la piel.
Lloro,
hasta que ya no tengo lágrimas
y cuando acabo solo me queda tristeza.
Y un dolor punzante en el lado izquierdo del pecho, cerquita del corazón.
Lloro y me agoto,
por lo tonta que fui,
porque cuando tuve oportunidad de salvarlo,
ya me había cansado de luchar.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)