Helena se ha mirado al espejo esta mañana y este le ha devuelto una imagen con una de esas sonrisas tontas que todos hemos tenido alguna vez. Y se ha quedado mirándose a sí misma, explorándose, sin darse cuenta del correr del tiempo y cuando ha despertado de sus ensoñaciones: OUCH! DOLOR.
Se ha dado cuenta de que estaba pensando en él y sonriendo por él. De que el corazón se le había acelerado POR ÉL. Y entonces, otro pinchacito: OUCH! RECHAZO.
Sabe que él no siente lo mismo y que OUCH! EQUIVOCACIÓN. Una lágrima.
Y OUCH! NEGACIÓN. No es verdad, no se está enamorando. Es más fácil negar y no admitir la realidad…Y más lágrimas. Pero el corazón no engaña y las lágrimas tampoco.
Así que se ha armado de valor, ha guardado unas cuantas lágrimas en un frasquito y ha decidido que se las va a regalar a él la próxima vez que lo vea. Porque son sus últimas lágrimas. Y le va a decir que no quiere volver a verle porque se está enamorando, porque ya no puede seguir mirándose al espejo y viéndose con una sonrisa tonta y pensando, sabiendo, que él no la tiene.
Si alguna vez él siente que no es merecedor de esas lágrimas podrá devolvérselas a Helena. A la pobre, nunca le han regalado lágrimas y seguro que las estará esperando.
Las sonrisas de enamoramiento no son tontas, solo ingenuas.
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de
caramelo
líquido