Le decían que era transparente, como el cristal, porque todo lo que pensaba o sentía se podía ver en sus ojos.
Le decían que era especial, porque siempre ponía corazón en todo lo que hacía, como si le gustara regalar pedacitos de felicidad.
Para ella, era divertido ser transparente, hasta que creció.
Todo el mundo podía ver lo que pensaba con tan solo mirarle a los ojos y aquello le trajo muchos problemas y le entristeció.
Comprendió que en el mundo de los adultos ya no podía ser transparente. Se compró unas gafas de sol y dejó de hacer magia. Aprendió a protegerse, a ocultar su verdad.
Ahora solo se quita las gafas cuando de verdad quiere dejarse ver tal y como es. Cuando quiere de verdad regalar felicidad y trocitos de su corazón. Puede contar con los dedos de la mano los privilegiados a los que deja ver sus ojos.
en casa quitatelas tb mujer, que tropezaras!!!
ResponderEliminarbesos