Luna tiene una maleta roja llena de sueños, de proyectos, de inquietudes y de ganas.
Cada vez que pisa el aeropuerto siente esa extraña sensación, ese cosquilleo en el estómago, como cuando estaba enamorada e iba allí cada mes para volar o esperar al amor…
Luna sabe que se volverá a marchar con su vida y sus sueños metidos en esa maleta roja y que volverá a sentir esa sensación de nerviosismo previo y de sobredosis de libertad posterior, de saber que hace lo que quiere y que no necesita a nadie. Le sienta bien saber que puede valerse por sí misma, que ella es libre y decidida y que está segura de lo que puede llegar a ser y a hacer.
Pero duda, tiene miedo. Miedo de perder todo lo que tiene, miedo de volver y de que le ocurra lo mismo que antes, miedo de perder y de perderse, de no encajar, del fracaso estrepitoso, de ser infeliz de por vida.
De vez en cuando Luna se va al aeropuerto, con su maleta roja llena de sueños, y observa hacia donde se dirigen los vuelos, intentando decidir dónde marcharse esta vez, dejando volar la imaginación y dejando que revoloteen esas mariposas que dormitan en su estómago. Y es feliz, muy feliz...hasta que vuelve a casa. Sin embargo, sabe que pronto se marchará, solo necesita un pretexto y un empujoncito.
De momento, está empezando a desenterrar sus raíces para que cojan un poco de aire.
No hay comentarios:
Publicar un comentario