viernes, 8 de mayo de 2009

Siempre para encontrarme tengo que perderme

Vestida para matar salió a la calle en busca de su presa. Segura de que se había disfrazado para que la desnudasen, entró en un bar. Atisbó a la víctima entre la bacanal de cuerpos que, sudorosos, se movían al compás de la música. Cuando sus miradas se cruzaron, supo que sus manos recorrerían aquel cuerpo aquella noche. Sin embargo, se acercó, lo devoró y se marchó tan rápido como había llegado. Sin despedidas. Sin lágrimas. Sin palabras. Sin sentimientos.

Una vez en casa, buscó hallar en sí misma el fuego que había dejado olvidado en aquel bar, para cobijarse del frío de la noche. Pero estaba perdida, y sola. Aquella noche, volvió a encontrarse.


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